
En el Territorio del Cuerpo
Proyecto ganador de los Fondos Concursables del IFAIC 2019-2020, trabajó con 5 casas de acogida en Quito, brindando herramientas de danza contemporánea a cuerpos congelados producto de la violencia que recibieron. Éstas niñas, adolescentes, niñas-madres y mujeres fueron acompañadas durante 3 meses (febrero, marzo y abril del 2019) con la danza, música, fuego para que se amisten con sus memorias íntimas y encuentren un renovado aliento de vida y plenitud. La Fundación Laura Vicuña (Amaguaña y el Dorado), Casa Arupo, Hogar de Madres Adolescentes María Bethlehem y Casa Tres Manuelas abrieron sus puertas para recibir con generoso entusiasmo esta sanadora experiencia para sus niñas y mujeres.
Evidenciar cuerpos congelados, como secuela de la violencia, nos significó un respetuoso, atento y sensible readaptar de nuestros esquemas metodológicos. Las niñas que acompañamos en “Laura Vicuña”, al ser un grupo numeroso y de difícil acoplamiento en su atención y predisposición para habitar sus cuerpos en una sutil y silente conexión, fue el grupo detonante para ir discerniendo, las más prudentes acciones creativas, lúdicas, maternales, que ayudaron a abrir un inicial umbral de confianza y amistad con ellas. El tambor, el fuego, los círculos de compartir con la palabra y los arrullos fueron aliados infaltables en cada uno de nuestros encuentros corporales.
Las niñas madres del “Hogar de Maria Bethlehem” al transitar un ritmo precoz en el asumir su maternidad, son cuerpos infantiles desarticulados, cuyas historias personales, son reflejo de sus infancias castradas, en las que su psiquis corporal se encuentra confundida, y la danza les ha permitido expandir y habitar esa edad de niñas que les quedó inconclusa, y cada vez que bailan, sueltan sonidos al moverse y juegan; su mirada se ilumina y logran sensibilizarse y aceptar su nuevo rol de vida. Con éstas niñas, la danza fue un provocador para lograr retomar sus procesos inconclusos de ser niñas y recibir herramientas para la convivencia con sus hijos e hijas.
La “Casa Arupo”, fue el grupo más reducido del resto de casas, al ser un acopio de niñas rescatas por trata, proyecta una energía de resguardo, tristeza, vergüenza, enojo, frustración y miedo. En éste grupo hay una mezcla de niñas con y sin hijos, al momento hay una niña gestante, que está próxima a parir a finales de mayo, quien resume todas las características que se ha descrito de la energía del lugar, en su mirada y en los gestos de nervios de sus manos, hay una contención y desagrado de habitar su cuerpo, hay un rechazo de su maternidad, hay un abandono en vivir. Estos cuerpos a los que les cuesta mirar a los ojos, sonreír, hablar y moverse, son las ofrendas que el proyecto “En el Territorio del Cuerpo”, justificó su propósito de ejecución, éstas niñas nos revelaron senderos que desconocíamos de la violencia, nos permitieron pellizcar nuestras estructuras metodológicas, y pulsar desde el instinto femenino, desde el ritmo de nuestros úteros, y desde esa melodía logramos encontrar estrategias de cautivar su atención, cariño, amistad y confianza.
En la “Casa Tres Manuelas” un grupo contundente de mujeres jóvenes, adultas, y de la tercera edad, nos esperaban cada viernes, llevando en sus manos un trueque con su cuerpo y con la danza, con éstas mujeres el intercambio de energía y alimento fue una posibilidad de vincularnos con la gratitud, con el empeño de saber que siempre hay algo que dar y algo que recibir. Estos cuerpos que han sobrevivido a la violencia y que muchas de ellas aun duermen con sus agresores, nos permitieron abordar la sanación de una manera directa, encarando sin reparos los recuerdos de la agresión, y provocándoles a través de la pulsación del tambor y la danza, que contacten con sus territorios de Aprender a Decidir. En este grupo de mujeres, la predisposición y urgencia de sanarse fue inminente, por esta razón las acciones lúdicas y artísticas, tuvieron un matiz humorístico y a la vez de rigor, para que la resistencia de su cuerpo y espíritu les permita recobrar confianza, autoestima y la convicción de saber decir NO.
En “Laura Vicuña-El Dorado”, al no ser una casa de acogida, sino un centro de apoyo educativo a niños y niñas de padres en situación de riesgo, la energía de estos niños y niñas que participaron de los talleres, nos permitió constatar la diferencia de un cuerpo infantil en cautiverio, a la de un cuerpo infantil en libertad. A diferencia de las otras casas de acogida donde las participantes fueron sólo mujeres, bajo el diseño del proyecto, llegar a éste espacio, nos permitió considerar la importancia de dar acompañamiento también a niños, ya que éstos cuerpos infantiles masculinos una vez que tengan información sobre la violencia, van a tener referentes en su sensibilidad y comportamiento que ayuden a sanar el territorio lastimado de las mujeres, estas nuevas generaciones de niños, serán las fuentes limpias donde la conjugación del masculino y femenino, hallarán una armonía en su interrelación. En este lugar fueron los niños los que nos pidieron recibir las clases de danza, y al hablarles de sus partes intimas y de no callar frente a la violencia, su energía alborotada se conmovía y sus movimientos al bailar los liberaba del desconocimiento.
A partir del 15 de marzo del 2020, fecha en la que nos vimos aisladas por la emergencia sanitaria mundial, tuvimos que encarar un nuevo ritmo y metodología a nuestro proyecto, y optamos por sostenerlo a través de las videollamadas por WhatsApp y Skype, gracias a la fluidez logística con las tutoras de las respectivas casas de acogida y las decisiones personales de las Mujeres de Casa Tres Manuelas, que contaron con acceso a internet.
De este proceso surgió la creación manual de muñecas de trapo que las llamamos ARTEMISAS, unos amuletos de sanación, que cada niña y mujer recibieron al final de los talleres. A través de la costura se pulsó a la distancia, las fibras del corazón logrando que el vínculo se siga encendiendo en cada encuentro y que el proceso de sanación autónomo sea más claro, consciente y constante.
Niñas Laura Vicuña, jueves 30 de abril del 2020
Gracias a la predisposición logística de dos de las casas de acogida: Casa Arupo y Fundación Laura Vicuña, lograron movilizarnos desde nuestros domicilios hacia los mencionados lugares, para cumplir según lo planificado con el cierre del proyecto, y eso nos alegró el alma, y nos permitió no dejar abandonados los hilos de conexión física que logramos con las niñas y adolescentes, haciéndoles sentir queridas, cuidadas y siempre bendecidas aún en este aislamiento social que no nos permitió los últimos talleres estar en contacto físico, pero el amor vence esos límites y al mirarnos a los ojos y abrazar nuestros territorios del cuerpo, la palpitación nos aunó y alegró.
